Esta historia empieza en el año 1.930 en Santander, justo cuando yo decidí venir al mundo. En ese año se había hecho un gran invento, el Gran Zeppelín (que os lo explique el profe), y ese invento se paró encima de la ciudad cuando yo nacía. Por eso todo el mundo dijo que yo había nacido con estrella. Vamos, como la de Belén. Entonces, mi ángel de la guarda me dijo que encontraría un gran tesoro en mi vida.
Poco después, mis padres vinieron a Madrid y yo con ellos. Al llegar a Madrid, pusieron en marcha un centro cultural como los que ahora existen en muchos sitios pero que entonces no había, que se llamó Hogar Recreativo y Cultural. Un sitio donde unos estudiaban, otros hacían teatro, otros jugaban al fútbol y muchas más cosas. Yo estaba encantado y todavía no buscaba el tesoro.
Como era un niño muy guapo y muy gracioso, unos americanos me contrataron para hacer tres películas con la Metro-Goldwyn-Mayer, una productora de cine muy famosa. Tenía que llevarme mi madre a la ciudad de Los Ángeles el día 21 de julio de 1.936, pero todo se fue a paseo porque el día 18 de julio empezó la guerra. Lo pasamos muy mal, venían los aviones y nos tiraban bombas y mi abuelo que era un gran tipo, mientras todo el mundo se escondía en los sótanos y debajo de las camas, salía a la calle con su bastón, amenazaba a los aviones y les decía que bajaran si eran valientes. Pero no le hacían ningún caso y seguían tirando bombas.
Por fin todo terminó y yo empecé a pensar en el tesoro. Comencé a estudiar, sobre todo geografía. Pasó algún tiempo y entonces decidí que todo buen explorador necesita un ayudante. Conocí a vuestra abuela, la más guapa, la más lista y la más valiente, y juntos seguimos la caza del tesoro. Empezamos a viajar, preguntamos a mucha gente, conocimos a Tarzán de los monos y le preguntamos si estaba en África. Nos dijo que no. Nos marchamos a Egipto para buscar en las pirámides… tu abuela, la más valiente de todos se metió dentro de una de ellas pero no encontró nada. Entonces nos marchamos a América, a México el país de los aztecas, y buscando, buscando, nos subimos a las Pirámide del Sol como nos dijo Cantinflas, pero tampoco estaba allí el tesoro.
Volvimos a casa y fuimos a Rivas con la familia, y entonces mi ángel de la guarda me dijo: “Eres muy torpe, tienes el tesoro delante de tus narices… y tú, sin verlo”. Y se me abrieron los ojos… el tesoro estaba allí: Olivia y Lucía. Y ya fui feliz, ellas son mi tesoro.
Luis San José, febrero de 2012
Que bonito, Carlos!! Eso es cierto, lo mejor lo tenemos al lado todos los dias, aunque algunos dias no nos demos cuenta!!
ResponderEliminarEs un cuento de mi padre para sus nietas. Y sí, muchas veces buscamos lo que tenemos cerca...
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