viernes, 30 de junio de 2017

MARISA SAN JOSÉ

¿Se puede?
Sí, porque no hay nadie.
¿Que no hay nadie?
Bueno, hay alguien, pero como si no hubiera nadie.
¡Hola!
¿Qué hay?
¿Qué haces aquí?
Perdiendo el tiempo, ¿no?
Tú dirás que no, pero yo digo que sí.
¿Qué?
¡Ah, bueno, por eso!
 
El teatro español se ha perdido una interpretación memorable de Práxedes; la que hacías cuando, juntos, buscábamos a Eloísa debajo del almendro en el comedor de casa. Siempre te ha gustado mucho ese personaje y esa obra, igual que recitar el Don Juan del Tenorio, mucho más que Doña Inés.
 
Me descubriste, antes de que lo supiera, que la mujer que yo quiero no necesita bañarse cada noche en agua bendita, y que hubo un poeta que se llamó Antonio Machado al que Serrat había puesto música. Si cierro los ojos, después de tanto tiempo, veo la portada de ese disco. También, que había una cantante argentina un poco loca que cantaba en un minuto un vals de Chopin.
 
Por encargo de mamá, me tocó una difícil tarea. Digo difícil porque ser la carabina de cualquiera nunca es agradable, pero se convierte en una labor francamente arriesgada cuando hay que serlo de la chica más guapa del barrio, de la madrina del equipo de fútbol -todo él dentro de nuestro ochocientos cincuenta después de un partido-. Detrás de ti, me metí en las alcantarillas del Parque de la Fuente del Berro y alguna otra cosa que no se nombra, como dice la canción.
 
Republicana aficionada a la historia y los chismes de las casas reales -nadie sabe más de reyes y reinas-; chica de Sepu que con su primer sueldo llegó a casa cargada de bolsas con regalos para todos; Alicantinas en el cine Chapí, el Bahía y el Paz -me pone usted una raja más de chorizo en el bocadillo, aunque me la cobre-; pelearte como un chico  porque se habían reído de nuestra hermana, un tortazo con la bici que no sabías montar -me he matado, me he matado-;  no pienso volver a este poblacho de mala muerte -¡pobre Santa Pola!-; el año dos mil y pico los hombres podrán volar, metidos en un cohete hasta el espacio estelar; volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, corriendo van por la vega, Una cebra en la cocina, la mujer serpiente, Frida Kalho, Amarraditos, Madame Curie, Haptsesut, Agatha Christie...  Y leer, leer, leer, siempre te he visto leyendo.


Hermana siempre orgullosa de su hermano, con lo impertinente que me pongo a veces, que corrió a pregonarlo a los cuatro vientos cuando nací.
 
No es ningún secreto, hoy cumples sesenta años y, aunque tengo algunos menos, sigues siendo mi hermana pequeña. Te felicito por cumplirlos, por ser tan buena persona, por haber traído al mundo a la mejor sobrina que podría tener... pero, sobre todo, te felicito y te envidio porque, a pesar de lo duro que te ha dado la vida, sigues creyendo en el País de Nunca Jamás.