martes, 21 de mayo de 2013

SALBI SENANTE


Hace tiempo que vengo dando vueltas a escribir algo para este blog sobre Adolfo Marsillach. Cosa nada fácil. ¿Cómo expresar de una manera más o menos concisa todo lo que me ronda y quisiera contar? Como la vida nos va dando pautas y, a menudo, nos sorprende y nos da la brújula para seguir el camino, hoy se ha cruzado en el mío, Salbi Senante. De Adolfo, hablaré otro día.

No nos veíamos, probablemente, desde hace once años, cuando compartimos la noche fatídica de la muerte de Adolfo. Quizás hemos coincidido después rápidamente en alguna otra ocasión, pero el recuerdo de aquella noche es tan potente que ha borrado lo siguiente. Y es muy significativo que hable primero de ella, porque gracias a Salbi tuve la suerte de trabajar con él, conocerle, tratarle, admirarle, quererle…. y por ese orden. Con ella empezó la mejor etapa profesional, y en muchos aspectos también personal, de mi vida. Una etapa que no volverá. Una experiencia que me marcó para siempre.

Creo que la conozco bien. Hoy me he encontrado a la misma Salbi de siempre, a la que conocí hace veintitantos años, con esa apariencia y fama de persona dura e inflexible, pero que se quiebra irremediablemente si algo le toca el corazón. Soy especialista en este tipo de personas. Las detecto y las reconozco inmediatamente. He visto a la misma Salbi que se emociona y es incapaz de frenar el llanto, recordando un momento determinado o a la gente que ha querido. Todos estos años se le han venido encima cuando ha pasado a la tercera planta del ministerio, donde nos conocimos, y donde me dio el relevo, sin saberlo en ese momento.

Trabajadora incansable, disciplinada, máquina de contar anécdotas, amiga de sus amigos, persona leal donde las haya… y franca, en cualquier circunstancia. Ella me enseñó un ordenador por primera vez y muchas otras cosas.

Desde niño me enseñaron que de bien nacido es ser agradecido. Por eso, desde aquí, mi cariño, mi lealtad y  mi agradecimiento para siempre.

sábado, 18 de mayo de 2013

MEDIO PAN Y UN LIBRO

Descubro las palabras que García Lorca dijo en la inauguración de la biblioteca de Fuentevaqueros, primera en la provincia de Granada, en septiembre de 1931. Parecen escritas ayer y creo que es un buen momento para recordarlas.

 

"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. «Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre», piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.
 
Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
 
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
 
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
 
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor», y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
 
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura». Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz".



jueves, 16 de mayo de 2013

ESPIRITROMPA

 

Hace unos días volví a ver, esta vez con las niñas, la película de José Luis Cuerda basada en un cuento de Manuel Rivas, La lengua de las mariposas. Me gustó incluso más que las veces anteriores. Y no sólo por la admiración hacia esa clase de maestros con los que se aprenden muchas más cosas de las que vienen en los libros de texto y que uno desea para sus hijas. Ese final con el niño apedreando a ese hombre al que admira tanto y que van a fusilar simplemente por su lealtad a una forma de pensar, a una manera de entender la vida y la educación, y al que grita la palabra  ESPIRITROMPA, quizá como una declaración de principios;  como un código secreto entre ellos, quizá como un intento de lavar su conciencia ante su cobardía y la de sus padres, y la de sus vecinos... a lo mejor como una forma de pedirle perdón, de demostrarle su gratitud y hacerle entender que nunca le olvidará. Ese final es uno de los momentos más emocionantes que recuerdo viendo una película. Y tengo muchos.

A Lucía se le puso un nudo en la garganta y se le saltaron las lágrimas. A mí también. Fue complicado explicarles que merece la pena decir lo que se piensa y ser fiel a uno mismo, que tenemos que intentarlo siempre.Tampoco fue fácil que entendieran la actitud del niño y la de los padres y la de los vecinos... esas personas que por miedo, por salvar su pellejo, por supervivencia, son capaces de lo que sea. Generalmente nos vendemos por mucho menos.

Recordé aquel cartel que me regaló mi padre hace muchos años y que tuve colgado en mi cuarto de adolescente. Era una frase del Quijote que dice así: La libertad, Sancho, es el bien más preciado que a los hombres dieron los cielos. Por la libertad y por la honra, se puede y se debe arriesgar la vida.

¡ESPIRITROMPA!

EL FÚTBOL CON SENTIDO DEL HUMOR...

No sé quien sería el tal D. Eligio, pero escribía esta reseña deportiva en el boletín del Hogar Recreativo y Cultural del mes de enero de 1933. Parece de Jardiel Poncela. Se debería tomar nota para echarle sentido del humor a las competiciones deportivas, y a las de otro tipo también. Y eso que habla de su equipo...


Portada del boletín del Hogar Recreativo
y Cultural de 15 de enero de 1933

Deportes

Hogar Recreativo y Cultural (Reserva) 1

 

Club Deportivo La Playa 3

 
El domingo 25 del pasado Diciembre del otro año tuvo lugar este sensacional encuentro entre los equipos arriba mencionados.
 
A las órdenes de un señor con pantalones largos, que sin duda era jefe de estación porque de vez en cuando tocaba un pito, se alinea el primer equipo, mejor diré el primer tren de los citados, y acto seguido, en la vía opuesta, el segundo. En un espacio libre, que debe servir de andén, se queda el jefe. De repente suena un silbato y los dos trenes rompen la marcha. Allá, a lo lejos, se ven dos palos verticales y por encima de ellos uno horizontal. Debe ser la puerta de la estación. Enfrente y también a lo lejos se ve otra puerta igual. Los trenes parecen haberse vuelto locos, pues aunque llegan a las respectivas estaciones, no paran casi nunca y en cambio retroceden a cuarenta por hora.
 
De vez en cuando, en sus evoluciones, tropiezan unos coches con otros del tren contrario y del golpe quedan rotas algunas astillas, pero no se paran por astilla más o menos y continúan su vertiginosa carrera.
 
Hay momentos en que una voluta de humo que se escapa de la máquina penetra por una puerta de las estaciones a que antes hacemos referencia, a pesar de que los empleados, uno por cada lado, hacen unos signos en el aire como convenciéndola de que no debe de entrar. La voluta se cuela sin hacer caso de la cara avinagrada del que guarda la puerta. Entonces los trenes vuelven a las respectivas vías de donde salieron la primera vez. El jefe discute con algún viajero y da nuevamente la salida con un compás de tango, poniéndose en movimiento los coches.
 
Y así hasta que termina el partido. ¿Que quién ganó? Cuando casi estaban empatados, por la mano (penalty) ganó La Playa que con su tren rojo y blanco llegó tres veces a la estación contraria, mientras los cangrejos, que van más despacio y a veces caminan hacia atrás, no llegaron más que una.
 
A pesar de todo, los "hogaristas" no se desaniman y están reparando averías para un próximo viaje.
 
Hagamos votos porque no haya choques ni descarrilamientos.
 
Y antes de concluir esta reseña, un consejo:
 
Si hemos siempre de perder
cuando hacemos por ganar,
no hagamos más por vencer
y así nos verán triunfar.
 
                                                                                                D. ELIGIO