martes, 1 de abril de 2014

LAS MAYÚSCULAS



No soy un lingüista ni un erudito, ni tengo ninguna vocación de serlo. Ni siquiera puedo presumir de tener una perfecta ortografía que me legitime como corrector, mucho menos censor, de nadie que case una palabra con otra. Lo que sí me gustaría, y en ello estoy, es preservar el mínimo sentido común que me ayude a darme cuenta y cuestionarme los miles de tonterías que nos rodean y nos invaden todos los días.

En mi trabajo, a menudo me manejo con documentos oficiales, legales, trascendentes para esta vida cada vez más burocratizada y absurda que nos toca vivir. En la redacción de un contrato me he topado hoy con la palabra notario, pero no un notario cualquiera, no, un notario escrito con una N más mayúscula que la crisis que nos acosa. No es la primera vez que me encuentro algo así, desde luego. Uno está acostumbrado a tener que escribir los “cargos” con mayúscula en medio de un párrafo cualquiera de cualquier papelucho sin trascendencia ninguna. Hay gente que piensa, en pleno siglo XXI, que así suenan más notables, más valiosos, más importantes. Superiores, en definitiva. ¡Que estupidez!

¿Pero el nombre de una profesión? ¿Un sustantivo común? Por favor... ¿Escribimos de esta forma las palabras carpintero, electricista, panadero o maestro? ¿Es más importante un oficio o profesión porque la primera letra de su nombre se escriba con mayúscula? Y todavía peor: ¿es más importante un notario que un albañil?

No es que piense que es una cuestión profunda ni que este tipo de cosas, seguramente insignificantes, vayan a cambiar el mundo. Pero da algunas pistas.

Finalmente, a pesar mío y después de reflexionar en voz alta sobre ello, no he tenido más remedio que escribirlo.

Ahí seguimos.