miércoles, 21 de septiembre de 2016

LA SOLEDAD DEL MONSTRUO



Caminó por el pasillo que conducía a su camerino y los pies le pesaban más de la cuenta. Pensó que nunca terminaría de acostumbrarse a aquellos pesados zapatos.

El rodaje se le estaba haciendo interminable. El día había amanecido nublado y a las seis, cuando lo recogió en su casa el coche de producción, casi no tuvo fuerzas. Aquellos ojos profundos, que tan bien le iban al personaje, no tendrían que expresar más inquietud ni soledad que la que él mismo sentía.

Es cierto que había tenido mucha suerte pero no lo es menos que era un gran actor, ¡qué narices! Cualquier aficionado no habría sido capaz de dar a su personaje lo mismo que él. Todos esos matices que lo habían convertido en una estrella. Soñaba con que le contrataran para una comedia, o para un melodrama… Pero no, insistían una y otra vez en lo mismo.

La angustia se le hacía insoportable y, cuanto más sufría, mayor era su criatura.

Pensó en su infancia en Londres, en su madre muerta demasiado pronto, en su pasado como actor de teatro… Todo se mezclaba en su interior con tanta fuerza, los recuerdos eran tan vívidos, tan potentes, que se dejó llevar lejos, muy lejos de aquel estudio y de aquella maldita película.

Recordó la mañana en que vio por primera vez a aquella mujer que no era como las demás. Diferente a cualquier otra que hubiera conocido hasta ese momento. Su presencia le sobrecogió de tal modo que nunca conseguiría olvidar las mariposas que le revolotearon en el estómago. Se miraron e inmediatamente supieron que estaban hechos el uno para el otro, y que nada, por muy poderoso que fuera, conseguiría separarles nunca. Luego vino lo demás… una historia de amor que trascendió lo humanamente razonable.

No conseguiría olvidar a Elsa mientras viviera. ¿Y después?

Toc, toc… Dos golpes secos sonaron en la puerta del camerino. Señor Karloff, a plató en cinco minutos.

Dos lágrimas salieron de sus ojos y bajaron por su cara arrastrando el espeso maquillaje.

Boris lloró durante largo rato.



Carlos San José

Mayo de 2016