martes, 7 de agosto de 2018

SUSANA ARROYO Y RAÚL MENÉNDEZ

Durante estos meses pasados, cuando los amigos y conocidos se enteraban de la noticia de que Susana y Raúl se casaban, la respuesta habitual ha sido: “¿Cómo? Ah… ¿pero no estaban casados?”. Porque todo el mundo piensa que vosotros, Coco y Raúl, estáis casados desde siempre. Incluso desde antes de nacer. 

Pocas parejas tan consolidadas como la vuestra. Ninguna falta os hacía para estar más casados que nadie tener un papel que lo dijera porque el amor, el compromiso y el respeto no necesitan ser certificados. A pesar de eso, dais una vuelta de campana y os casáis que, en vuestro caso, es como decir: “Mirad, tan seguros estamos de lo nuestro que nos casamos y queremos compartir con vosotros lo contentos que estamos de habernos conocido, de vivir juntos y de haber tenido a nuestros dos hijos”.

Todos los que conocemos a Raúl y Coco sabemos lo especiales y necesarios que son. Personas imán, que se hacen imprescindibles para la familia y los amigos, seguramente porque los demás sabemos que no pasamos por ellos de cualquier manera. Escuchan, se preocupan por nosotros y siempre sentimos que están ahí. No es extraño que se encontraran en el camino rápidamente, que lo siguieran juntos y que sigan de la mano, queriéndose y respetándose. Porque no hay más secreto que ese: quererse y respetarse. Ellos son dos compañeros que saben de la importancia de tener a alguien incondicional a tu lado.

Yo, como ellos, soy el último hijo y el hermano pequeño. Quizás por eso les siento tan cerca y les considero esos hermanos menores que no tuve. Decir que les quiero mucho es una obviedad porque ¿quién de los que está aquí no les quiere? Se lo merecen, igual que se merecen ser muy felices juntos pero eso es una prueba que ellos ya pasaron hace tiempo con muy buena nota.

Para terminar, quiero dedicarles un poema de Ángel González. Me gustaría ser capaz de escribir así y no lo soy, pero ¿para qué intentarlo teniendo ya escritas estas palabras que reflejan tan bien este día?


Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,

seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.



Madrid, 3 de agosto de 2018










2 comentarios:

  1. Gracias Carlos, quien mejor que tú para plasmar la historia de este gran amor, que comenzó cuando tuvo que comenzar y que no tiene fecha de caducidad, palabra de hermano pequeño...

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