Es cierto que tengo algo de arqueólogo
aficionado y que me recreo, seguramente demasiado, en los recuerdos y en el pasado.
Pero no lo puedo evitar...
La semana pasada estuvimos viendo en el Caixa
Fórum una exposición sobre George Méliès y los inicios del cine. Reconozco
que Méliès es una de mis debilidades y
que ese mundo de linternas mágicas, zootropos, antiguos trucos de magia,
maquetas teatrales y lunas con cohetes en un ojo, me ilusiona y me atrae como
pocas otras cosas. Disfrutamos mucho, y no pude dejar de pensar qué hubiera
sido si todos aquellos maravillosos artilugios no le hubieran interesado a
nadie a lo largo del tiempo. Sería imperdonable que la gente de ahora, los
frikis a los que nos entusiasma ese mundo, y todos los demás, personas que
acuden de manera fortuita y lo descubren, estudiosos, cinéfilos y curiosos, nos lo perdiéramos.
Este verano, en Santa Pola, como tantas otras
veces desde mi infancia, pasé por la puerta del Cine Bahía. Este cine, como el Apolo y el
Paz, también en Santa Pola, y el Galaxia de mi barrio, son esos lugares donde empecé
a amar el cine y donde descubrí mundos fascinantes que quedaron en mi memoria
para siempre. También, donde aprendí muchas de esas cosas que no te enseñan en
el colegio. Ninguno de esos cines funciona en la actualidad. Los tiempos que
corren y su fiebre de centros comerciales, ordenadores, grandes cifras, videoconsolas, consumismo desmedido, y
también, ¿por qué no decirlo?, la falta
de interés, los ha aniquilado.
Tanto el Bahía como el Paz eran cines de
verano. El Apolo y el Galaxia no. Donde estuvieron los tres últimos se levantaron sendos
supermercados. En cambio el Bahía se resiste a dejarse ocupar. Desconozco la
situación legal de ese local-terraza al aire libre, donde lo único que se
vislumbra, desde una grieta en la puerta, es la pantalla… y las taquillas, en
el exterior, donde tantas veces compré entradas, y que hoy me siguen pareciendo
dos pequeños ojos por los que asomarse a un mundo mágico. Supongo que tendrá un
dueño que espera tiempos económicos mejores para quitarse ese engorro de encima,
o a lo mejor es alguien enamorado de su cine que se resiste a que sea derribado
y borrado de la faz de la tierra como si nunca hubiera existido. No lo sé. Lo
que no deja de sorprenderme cada vez que me topo con él, es esa impresión de que no le interesa a nadie. Sobre todo, me apena que la concejalía de cultura no sea capaz de convertir ese solar con tantas posibilidades en un espacio de verano donde puedan desarrollarse multitud de actividades. Desde programar cine, teatro, música o danza, a organizar exposiciones de fotografía, pintura... donde los colegios puedan desarrollar sus funciones de fin de curso, y los músicos puedan tocar para su público.
En algún periódico local leí que el ayuntamiento presentaba sus presupuestos para el próximo curso. Unos presupuesto realistas, sostenibles (como no) y austeros, literalmente. Me parece que se trata de otra cosa y que nada tiene que ver con crisis económicas. Todo se queda para moros y cristianos, con todo mi respeto hacia los moros y los cristianos. Creo que es falta de interés y de imaginación. Realmente, corren malos tiempos para la lírica.
Pobre Méliès y pobre Cine Bahía!
Comparto contigo esa añoranza de las noches de vetano, noches de pipas y cine
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