miércoles, 10 de abril de 2013

EL LORO

El Loro

SEMANARIO INDEPENDIENTE

Defensor de los intereses de Guindalera, Prosperidad y Chamartín de la Rosa



Crónicas

No sé si esto que ahora escribo, con amor y cariño para saludaros, llegará a vosotros o no; si es así, tener en cuenta que el alma va con él y que es un recuerdo sincero y leal.

Es mi intención deciros algo de por aquí: como canta y ruge el mar, como gimen a compás con el gorgeo de los pájaros, los regatos de cristal en los paisajes montañosos.

A veces el mar está tranquilo, serio de tal suerte, que ganas dan de andar por él como en un paseo solitario, triste y poético, bañado por la luna, y decir a una novia -aunque esta sea imaginaria y cruel- cosas al igual que Arlequín a Colombina.

Vuelve una pareja de la pesca y el caminar, que sólo se distingue de su farol rojo en la proa, semeja una estrella que corre, un alma que marcha hacia el cielo, a este cielo de agua de aquí abajo, sin luna, sin luz y sin estrellas.

Las olas, suaves y tranquilas, al bañar los paredones del muelle o las rocas de las orillas, con tan gran amor y delicadeza lo hacen que semejan amantes soñadoras besando con deleite y poesía a aquellos príncipes de sus quimeras, dormido bajo la caricia o muertos de tanto y tanto gozar.

En el centro, en corro, casi reunidos los farolillos de los balandros, con sus palos delgados y altos, sus cascos blancos y su silueta gentil y airosa hacen pensar en un aquelarre; no de brujas ni diablos, sino de princesas rubias y destrenzadas de Rubén.

Todo lo alumbra la luna en la noche magnífica y soñadora, y el manto que la cubre, estrellado de plata, difumina a una muerte de gala, manto negro y nevado, que nos llevará al eterno para siempre en un sueño último y único de tranquilidad y de placer.

                                                                          DANIEL SAN JOSÉ

Santander, 1922


 





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