Leo estupefacto, tal vez no tanto, una carta publicada por
una profesora de Ayamonte en relación a la huelga “contra los deberes” convocada para
dentro de poco tiempo por la CEAPA, Confederación Española de Asociaciones de
Padres y Madres. Digo que quizás no me extrañe tanto porque sé de sobra que no
es la única profesional de la enseñanza que se posiciona en frente de las
familias, y por consecuencia de los alumnos, a la hora de hablar sobre ese tema
tan espinoso y que, y esto sí me sorprende, algunos de ellos entienden como un
ataque personal. Se diría que la cantidad de deberes que imponen es proporcional a su buena
labor docente.
Soy padre de dos hijas y, sobre todo, durante su etapa en
primaria, participé de manera activa en eso que se llama, de una manera un
tanto rimbombante, comunidad educativa. Y en primer lugar en casa, intentado que mis hijas sean
personas respetuosas, tolerantes, educadas y voluntariosas, además de responsables
con sus tareas y deberes. Horrendas palabrejas, por cierto.
Por propia experiencia sé que durante muchísimo tiempo, desde
las AMPAS y los consejos escolares, se ha venido reivindicando que la cantidad de deberes para hacer en casa fuese menor. Y
también por propia experiencia puedo decir que, por lo general, ha sido darse contra un muro y a los más pesados se nos ha mirado como a auténticos extraterrestres que
hubiésemos bajado de algún planeta lejano.
Curiosa y afortunadamente, cada vez son más los que se dan cuenta de que no es razonable, ni siquiera sano, que los niños salgan del colegio cargados de obligaciones que en muchos casos se prolongan hasta bien entrada la noche, impidiéndoles a ellos y a los que vivimos con ellos y formamos parte de esa otra comunidad educativa, la de nuestra casa, poder hacer ninguna otra cosa que no sea dedicarnos a los malditos deberes. Aunque esto no es nuevo y podríamos retrotraernos muchos años atrás, cada vez tenemos más información sobre otros tipos de educación y sabemos que los resultados nada tienen que ver con estas obsoletas formas de enseñar, o más bien de no enseñar.
La carta a la que me refiero no tiene desperdicio y es, en mi opinión, profundamente injusta y hasta un poco simple. En ella se acusa a los padres y madres de movilizarse por esto, que claramente le parece una tontería, mientras que no lo hacen por cosas que ella considera de primera importancia. Y digo que es injusta porque no se dirige a los padres y madres en general, sino que su protesta es una flecha enviada directamente al corazón de la CEAPA y las AMPAS, justamente esos colectivos de personas implicadas que nunca fallan a la hora de convocar y apoyar cualquier reivindicación que suponga un pasito, por mínimo que sea, para mejorar este sistema educativo, cada vez más antiguo, dicho esto en el peor de los sentidos, mas desigual y más rancio. Y que casi siempre se posicionan junto a un gremio, el de los profesores, que algunas veces los menosprecia y que, en ocasiones, sólo se moviliza cuando se le tocan sus condiciones laborales. Quizás no se haya enterado la firmante de la carta.
Habla esta señora de cubrir bajas de profesores enfermos, de aire acondicionado en las aulas de colegios donde hace mucho calor, y de dotar dichas aulas de material tecnológico moderno y acorde con los tiempos que corren. Me pregunto si tan moderno como los deberes. Evidentemente, quienes estamos en contra, nos referimos a esos deberes tradicionales que poco ayudan al crecimiento y aprendizaje, y que más parecen castigo que estímulo. ¿Sabrá esta profesora, y otros muchos como ella, que no todo tiene qué ser mandar a los alumnos una serie interminable de actividades de lo que se ha visto en clase, y muchas veces de lo que no se ha visto, de unos libros de texto en ocasiones ininteligibles para los niños y niñas? ¿Habrá pensado que también se puede y se debe animarles a investigar y hacerles pensar, cuestionarse y salir a la calle o al campo a buscar respuestas? ¿Qué se puede aprender mucho viendo una película o animando a leer un periódico o un libro, aunque no esté programado? Y, por último, ¿sabrá que todos tenemos derecho a vivir nuestras horas libres como nos dé la real gana?
He oído muchas veces esa frase tan manida con la que los adultos justificamos ante los niños que tengan que ir al colegio y hacer deberes. Les decimos: "es tu obligación, igual que nosotros vamos a trabajar, tú tienes que ir al cole, estudiar y hacer la tarea". ¿Por qué? ¿Qué contrato firmaron, y cuando, que les comprometa a hacer todo lo que decimos?
Tengo amigos maestros y conozco a muchos a los que admiro. Creo que es una profesión hermosa y demasiado poco valorada. Por supuesto, hay profesores y centros educativos en los que ni siquiera hace falta mencionar cosas como esta porque se dan por supuestas. Y no tengo que explicar que no me gusta nada el actual sistema educativo. Pero siempre digo que dentro de las aulas no están los políticos ni los dueños de las editoriales que se enriquecen año tras año. Dentro de las aulas están los profesores. Y nada va a cambiar si actitudes como la de la firmante de esa carta, que desgraciadamente son muchas, no cambian.