No me gustan los premios porque no me gustan las batallas. Ni las competiciones, que es una manera fina y civilizada de llamarlas. Pero, sin duda, es humano desear que se nos reconozca algo que creemos que hemos hecho bien, nosotros o las personas a las que queremos. Es absolutamente comprensible y, claro, lo comprendo y lo sobrellevo lo mejor que puedo. Tampoco me gusta el ambiente que se respira en ese tipo de actos, más o menos protocolarios, y menos si estos son institucionales, en los que suelen coincidir las personas a quienes se premia y a las que no, con sus respectivos grupos de adeptos, familiares y simpatizantes.
Anteayer, en Rivas, se concedieron los Premios Profesor Julio Pérez al Compromiso Educativo, y uno de ellos fue a parar a la Asociación de Madres y Padres del Colegio El Olivar, donde estudia Olivia, mi hija pequeña. El claustro de profesores la había propuesto, y lo conseguimos. Me puse muy contento y no me lo podía creer porque generalmente me suele tocar al lado de los que no ganan. Gran alegría, nervios, emociones... un tropel de gente subimos al estradillo a recogerlo.
Es una asociación donde llevo poco tiempo pero que me está ganando paso a paso, como casi todas las cosas importantes, y yo les agradezco de verdad su constancia en el trabajo y en el compromiso con el colegio de sus hijos. También, su paciencia conmigo, y su insistencia en que me una a ellos. Cuando cambiamos a Olivia de colegio, estaba herido y me juré a mí mismo no volver a participar en una AMPA de manera activa hasta pasado mucho tiempo. Sí apoyarla, desde luego, y hacer lo posible por echar una mano siempre que pudiera hacerlo, porque nada hay más justo que apoyar a esas personas que dedican su tiempo, su energía y sus mejores intenciones, sin esperar nada a cambio.
Los miembros de esta AMPA se merecen el premio por su generosidad, por su manera de poner siempre al mal tiempo buena cara, por defender con uñas y dientes a un colegio que se lo merece. A un colegio muchas veces vilipendiado y maltratado por las características peculiares de su alumnado, variado en nacionalidades y razas, a pesar de lo que gusta repetir a todo el mundo la palabra mestizaje. Pero obras son amores y no buenas razones, como dijo Pilar al recoger el premio. Lo dijo en medio de unas palabras sabias y valientes, a las que no les sobró ni les faltó nada. Unas palabras agradecidas hacia quien lo merece de verdad, pero también críticas, aunque no amargas, hacia quienes muchas veces se quedan sólo en las buenas razones.
Y nosotros, Elena y yo, con ellos. Recibiendo un premio del que nos toca una parte muy pequeñita, pero que agradecemos mucho. Quiero, con el permiso de todas las personas que pertenecen y trabajan para la AMPA del Olivar, que estoy seguro de que lo comprenden, compartir el trocito de premio que me pueda corresponder, con mis compañeros de la anterior AMPA de La Escuela, el otro colegio de mis hijas, porque también lo merecen. Igual que lo merecen otros muchos padres y madres. Es una pura cuestión de compromiso, y el compromiso nunca debe salir por la puerta de atrás.
Va por vosotros!